Aquí no encontrara usted el hilo
negro de las situaciones que envuelven la actualidad mexicana en muchos de los
sentidos, solo encontrara una opinión personal, desde este lado de mi
trinchera.
El sábado 7 de Julio de 2012 se llevó
acabo en distintas ciudades del país un evento denominado “Megamarcha”, para
protestar por lo que muchos consideramos la imposición de un “nuevo” gobierno presidencial
(y todo aquello que conlleva) encabezado por Enrique Peña Nieto. La ciudad de
Monterrey, la cual siempre ha sido considerada el motor industrial de este país(y
por lo tanto para muchos también ser de un estilo de vida “agringado” y
bastante automatizado), vivió algo que para muchos(me incluyo) es una bocanada
de oxígeno que saca del letargo a una gran parte de la sociedad regiomontana;
ahora los jóvenes no salieron a las calles con cerveza en mano vitoreando el
campeonato de un equipo de futbol, ahora los jóvenes salieron a las calles sin
ninguna bandera más que la de la unidad; unidad que surge del descontento por ser
testigos de prácticas ilegales maquilladas como el mejor ejercicio “democrático”
que ha tenido el país en su historia.
El descontento surge de ser
testigos de prácticas que lucran con la necesidad y la ignorancia de las
personas, aquellas personas que (tristemente) resumen el concepto de medio de comunicación,
a cual es la barra de Telenovelas de 4PM a 8PM del canal 10 de televisión local.
La sociedad regiomontana es de aquellas, que como dice el dicho: “solo ve para
sus arcas”, aquella del “pónganse a jalar” bien enraizado por años y años de
desarrollo solo medible en porcentajes de ingresos y egresos; sin embargo la
experiencia del fin de semana pasado, me deja ver que esa sociedad tan
automatizada, se ha dado cuenta que el bienestar y la justicia de un país no
solo son cuestiónes de números, si no de libertad de elección y de acuerdos
entre todos los ciudadanos.
Los políticos han lucrado con la
confianza de la ciudadanía, revenden promesas falsas y firman ante notario
aquello en lo cual no están capacitados para cumplir, esparcen firmas por
doquier, cual “boda” en una kermes de secundaria. La sociedad sale a las calles
para hacer escuchar su voz; también se escucha la crítica de aquellos que
tienen interés ligados a esas “decisiones democráticas”(o no, dicho sea el
caso), diciéndole a los inconformes que por más marchas que hagan, todo va a
seguir igual, que dejen sus protestas y que se “pongan a jalar”. No se trata de
que con una marcha las cosas vayan a cambiar por arte de magia, o que los políticos
se den cuenta de todos sus malos manejos, se arrepientan y reivindiquen su
camino; se trata de hacernos conscientes de que lo menos que necesita este país
es un retroceso en el tiempo, en regresar a viejas prácticas, al autoritarismo
y al “roban pero dejan, robar”.
Tanto robar, censurar y
condicionar nos terminara por empobrecer, callar y acostumbrar a lo poco o nada
que se nos ofrece.
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